un día, mientras paseaba por una calle solitaria, vi una situación que me llenó de sorpresa, de espanto, horror, asombro y extrañeza. Una sola escena tenía más sabiduría que el más vendido y publicitado libro de ayuda espiritual -al menos en occidente-
Un hombre pateaba a un perro. El hombre a su vez era azotado por su esposa, o debería decir, carcelera. Ella tenía en la mano un látigo; él, la espalda sangrante y con sus manos sostenía la cadena del perro. A cada patada, el perro lamía las heridas de su verdugo, mostrando que era capaz de perdonar. El hombre solo gemía y le decía a su mujer "te perdono". y la colmaba de bendiciones.
Naturalmente, el perro se fastidió de su amo y en lugar de lamerle humildemente, le mordió el cuello; el hombre sacó un pedazo de carne y se lo obsequió. Entonces dijo: "los perdono"
El que tenga ojos, lea
viernes, 4 de abril de 2008
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1 comentario:
jajaja muy chingón!
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